lunes, 27 de julio de 2015

Y ¿Por qué Sísifo?










Y, ¿por qué no?

No, esa no es una repuesta educada, y menos cuando esto es una suerte de monólogo. Mis disculpas a un prácticamente inexistente público, pero no por ello menos importante y merecedor de respeto (aunque todo sea dicho, muy aburrido tienes que estar para perder tu valioso tiempo leyendo esto. Tú verás…).

Pues creo que en el primer lugar, hace mucho, mucho tiempo, cuando oí por primera vez la historia de este personaje, me llamó la atención el puteo a que se le sometía a este tipo por parte de los dioses. Me pareció que los dioses del Olimpo tenían muy mala leche, pero me pareció que los castigos para los malotes  eran más ingeniosos que en mi cultura, con todo eso del fuego y el azufre y demás.


Con el paso de los años uno se establece en la rutina particular de su vida y te encuentras con esas situaciones recurrentes de las que parece imposible escapar y uno vuelve a recordar las penalidades del bueno de Sísifo y, de una manera u otra, te sientes algo identificado con el personaje. Bueno… identificado de lejos, ya que no aspiro ni por asomo al ingenio y la caradura de todo un rey de Corinto que se atreve a desafiar a estos dioses no tan omnipotentes como los de otras culturas, pero, como acabo de decir, con una mala leche y un sentido de… ¿de que?, Justicia no, más bien rencor, venganza o más bien un intento de escarmiento como un aviso a navegantes que se dice. Y un humor… bueno, humor negro tal vez.

Pero no se trata solo de eso, no es solo admirar a un personaje y decir: ¡olé tus huevos, Sis! ¡Con lo de encadenar a Tánato sí que la has liado bien! No, más bien es el llegar a asumir tus propias experiencias encabronantes con una filosofía de vida al estilo japonés, un Shikata Ga Nai, o como decimos en España, es lo que hay…. Y te ves como un ratón en la noria dando vueltas y vueltas, una y otra vez, como dije, sin llegar nunca a ninguna parte. Y no importa el esfuerzo que hagas para que todo cambie, porque parece una inevitabilidad cósmica que vuelvas a la casilla de salida. Es más, con el tiempo aprendes que cuanto más te opongas a la corriente, más rápido vas a volver a caer en tu pequeña desgracia particular.

Y con el tiempo aprendes que lo mejor es tomar aire, bajar la cabeza y empezar de nuevo sin darle mayor importancia, que cuanto más te alteres, peor es lo que te espera.


Llámame cobarde, llámame conformista, que ya te tocará el turno de darte cuenta de que si hay algo en el Universo que impera sobre lo demás es la inercia y no es posible alterar el estado de una roca que te sobrepasa en energía (potencial o cinética) usando solo las manos desnudas.

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