sábado, 5 de junio de 2021

El Objetivo

 

Os invito a leer mi novela El Objetivo, disponible en el siguiente enlace:

http://unanovelaelobjetivo.blogspot.com/

 

No seáis demasiado críticos, uno hace lo que puede…

sábado, 20 de marzo de 2021

No es broma

 Mi vida es un disparate de tales proporciones, que soñé que me daban un alucinógeno y me desperté.

domingo, 6 de octubre de 2019

Un toque de humildad

Sean cuales sean tus convicciones de cualquier tipo, seguramente serán completamente erroneas. Claro, que también puedo estar equivocado.

viernes, 22 de enero de 2016

miércoles, 29 de julio de 2015

lunes, 27 de julio de 2015

Y ¿Por qué Sísifo?










Y, ¿por qué no?

No, esa no es una repuesta educada, y menos cuando esto es una suerte de monólogo. Mis disculpas a un prácticamente inexistente público, pero no por ello menos importante y merecedor de respeto (aunque todo sea dicho, muy aburrido tienes que estar para perder tu valioso tiempo leyendo esto. Tú verás…).

Pues creo que en el primer lugar, hace mucho, mucho tiempo, cuando oí por primera vez la historia de este personaje, me llamó la atención el puteo a que se le sometía a este tipo por parte de los dioses. Me pareció que los dioses del Olimpo tenían muy mala leche, pero me pareció que los castigos para los malotes  eran más ingeniosos que en mi cultura, con todo eso del fuego y el azufre y demás.


Con el paso de los años uno se establece en la rutina particular de su vida y te encuentras con esas situaciones recurrentes de las que parece imposible escapar y uno vuelve a recordar las penalidades del bueno de Sísifo y, de una manera u otra, te sientes algo identificado con el personaje. Bueno… identificado de lejos, ya que no aspiro ni por asomo al ingenio y la caradura de todo un rey de Corinto que se atreve a desafiar a estos dioses no tan omnipotentes como los de otras culturas, pero, como acabo de decir, con una mala leche y un sentido de… ¿de que?, Justicia no, más bien rencor, venganza o más bien un intento de escarmiento como un aviso a navegantes que se dice. Y un humor… bueno, humor negro tal vez.

Pero no se trata solo de eso, no es solo admirar a un personaje y decir: ¡olé tus huevos, Sis! ¡Con lo de encadenar a Tánato sí que la has liado bien! No, más bien es el llegar a asumir tus propias experiencias encabronantes con una filosofía de vida al estilo japonés, un Shikata Ga Nai, o como decimos en España, es lo que hay…. Y te ves como un ratón en la noria dando vueltas y vueltas, una y otra vez, como dije, sin llegar nunca a ninguna parte. Y no importa el esfuerzo que hagas para que todo cambie, porque parece una inevitabilidad cósmica que vuelvas a la casilla de salida. Es más, con el tiempo aprendes que cuanto más te opongas a la corriente, más rápido vas a volver a caer en tu pequeña desgracia particular.

Y con el tiempo aprendes que lo mejor es tomar aire, bajar la cabeza y empezar de nuevo sin darle mayor importancia, que cuanto más te alteres, peor es lo que te espera.


Llámame cobarde, llámame conformista, que ya te tocará el turno de darte cuenta de que si hay algo en el Universo que impera sobre lo demás es la inercia y no es posible alterar el estado de una roca que te sobrepasa en energía (potencial o cinética) usando solo las manos desnudas.

domingo, 10 de mayo de 2015

Mi peor enemigo



Tengo que reconocer que con frecuencia tengo miedo de algunas cosas. No es que yo sea alguien esencialmente miedoso, lo dejaría en algo inseguro, pero no más allá. Sin embargo hay algo, mejor dicho alguien, que me acojona: mi peor enemigo.


Es un tipo que no me saco de encima y que cuando me mira me hace cambiar de semblante. Puedo ir por ahí tranquilamente riendo con cara de estúpido (bastante habitual en mí), cuando de pronto me doy de narices con él y me lanza una mirada de desprecio y siento que mis intestinos se contraen y la expresión se me vuelve amarga. A veces ni me hace falta verlo, siento ese odio frío que me eriza los pelos del cuello, simplemente con hacerme consciente de su presencia, esa presencia constante e inevitable.


Puede que el sentimiento sea mutuo, pero su intimidación me produce una sensación de inferioridad total que impide ni por asomo que alguna vez me ponga gallito y le devuelva la moneda.

Cuando estoy contento me amarga el día, cuando me vengo arriba me pone la zancadilla, cuando creo disfrutar una pequeña victoria me deja en ridículo y cuando quiero pasar desapercibido me delata.


Dicen que Gianni Versace (y no es que yo lo considere un gran filósofo) decía que para que los demás te quieran primero tienes que quererte a ti mismo. Tal vez ese es mi problema, que no me quiero a mí mismo…